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George Soros, su filosofía y el marketing

George Soros es un billionario y especulador financiero. Se le conoce como el “hombre que puso en bancarrota al banco de Inglaterra”. Lo consiguió en una operación que le dio 1 billón de libras esterlinas de beneficio el 16 de septiembre de 1992 producto de la devaluación de la moneda.

Según la revista Forbes, George Soros ocupa la séptima posición en la lista de hombres más ricos de Estados Unidos y el lugar 30 a nivel global. Su historia de vida es la de alguien que se ha hecho a sí mismo por su talento, inteligencia y ambición. Su ruta de ascenso empieza en la clase media-baja judía en Budapest y asciende a la élite global de hombres de negocios que juegan con la Bolsa y los mercados.

Analizando la postura y la filosofía de Soros, existen dos aspectos que son interesantes de analizar a la luz del marketing:

  1. Su teoría social de la reflexividad.
  2. Su oposición al fundamentalismo del libre mercado (market fundamentalism).

La filosofía de George Soros para amasar una fortuna

La teoría económica de la reflexividad

Esta teoría expone, a grandes rasgos, que las ideas preconcebidas de los individuos (dígase expectativas y juicios) en el ámbito de las transacciones comerciales son capaces de cambiar los fundamentos del mercado y el funcionamiento de la economía.

Soros atribuye a la teoría de la reflexividad el éxito de su participación en los mercados bursátiles.

Esta teoría está cargada de filosofía (Soros es licenciado en filosofía y además en economía), y puede ser difícil de entender a menos que la aterricemos en un ejemplo práctico.

Pensemos por un momento en lo que vivimos en España durante el boom inmobiliario. Nos ayudará a entender la teoría de la reflexividad en acción. Durante poco más de una década, todos teníamos la percepción de que nadábamos en la abundancia. Los bancos ofrecían préstamos con facilidad y muchas personas pedían préstamos para invertir en el mercado inmobiliario. El crecimiento de la demanda, aumentó los precios. Mientras más alto el precio de la vivienda, más dinero se solicitaba en préstamos. Con más dinero en las manos pagábamos cada vez más caro por cada por metro cuadrado de inmueble y así en ascenso hasta que oímos un pitido en los oídos.

Esta espiral no podía crecer para siempre. Nuestro boom inmobiliario demuestra cómo las percepciones de los compradores y prestamistas, condicionó sus actividades y estas influyeron en el precio de los bienes.

Aprender a identificar la expectativa correcta y aportar por ella, fue lo que permitió a Soros ganar a los ingleses 1 billón de libras esterlinas.

En este sentido, Soros insiste en la imposibilidad de conocer el valor real de las acciones en Bolsa. Más que predecir (pues los mercados son impredecibles y desequilibrados por naturaleza) Soros hace una apuesta tomando en cuenta las percepciones, eso influencia el mercado y una vez más reforma las expectativas en un círculo de influencias sin pausa. Las percepciones son subjetivas, parciales y distorsionadas, es así la visión que TODOS tenemos del mundo (aunque nos guste creer que solo nuestro punto de vista es válido).

El marketing, como herramienta de construcción de percepciones sobre los productos y servicios, constantemente está lidiando con las expectativas de las personas. Como marketers no podemos ser ingenuos en el aporte al imaginario social que tienen nuestros mensajes en redes sociales, emailings, banners, merchandising… Cada mensaje que impacta a una persona será útil para la empresa en la medida en que trascienda el objeto en venta.

El marketing más efectivo, comunica aquello que las personas desean escuchar y enriquece su punto de vista. Aporta valor al tiempo que encaja como una pieza más en el modelo del mundo que tiene la audiencia objetivo. El marketing influye en la construcción de una percepción, que se transforma (para bien o mal) cuando el usuario consume el producto y esta interacción genera otra percepción sobre la que debemos incidir y así en espiral constante.

La oposición al fundamentalismo del libre mercado (market fundamentalism)

Hemos escuchado muchas veces las maravillas del libre mercado para auto-regularse. Según el fundamentalismo de libre mercado, mientras menos intervengan los gobiernos en el ámbito económico y mayor libertad tengan las empresas, más beneficios para todos; pues, el mercado se regula de forma natural y espontánea.

La desregularización de los mercados insiste en privatizar los servicios públicos porque el funcionariado carece de motivación para dar un buen servicio. Se deben reducir los impuestos porque la persona jurídica gestiona mejor los recursos financieros que el Estado. Se aconseja estimular el consumo y ello automáticamente produce buenos resultados. Es bueno desmantelar las barreras para el flujo de capitales y abrir los mercados a empresas extranjeras. Y claro, la mejor manera de preservar el interés común es que cada quien vele por lo suyo… Estas y otras ideas son las que defiende el fundamentalismo del libre mercado.

En su libro La crisis del capitalismo global (1998) Soros señala los riesgos del fundamentalismo de libre mercado:

«Los valores del mercado expresan lo que sus participantes desean pagar entre sí, en un sistema de libre intercambio. Los mercados no reflejan los valores sociales, ni otros valores intrínsecos a los seres humanos».

La “mano invisible del mercado” y que todo lo pone en su sitio, hemos visto cómo deteriora el bienestar social general cuando se ha puesto en práctica en países en vías de desarrollo.

La desregularización de los mercados sirve al interés común cuando las acciones son guiadas por principios morales y existe una estructura legal y regulatoria que ponga límites; de lo contrario, el mercado se convierte en una fuerza destructora conducida por la avaricia.

Desde el punto de vista del marketing, es pertinente reconocer que no es el libre mercado sino la economía moral la que debería guiar nuestras estrategias de aproximación a las audiencias.

Cuando una empresa engaña a sus clientes, sabotea ilegalmente a sus competidores, evade el pago de impuestos e ignora el cuidado del medio ambiente no hay marketing posible, ni mano invisible que evite, a la larga, el colapso.

En una economía moral, el marketing sustenta valores colectivos. Incita a los consumidores dirigir su atención hacia el producto/servicio y también hacia el impacto de su uso.

El marketing moral es mucho más movilizador. Informa al usuario del origen de lo que consume y la actitud de la empresa que lo genera. ¿Es una compañía socialmente responsable? ¿Son productos fruto de la explotación del trabajo infantil? ¿Existen alternativas más ecológicas que este producto? ¿Qué reputación tiene esta empresa en cuanto al tratamiento de sus colaboradores? No puedes dar lo que no tienes. El consumidor ya sabe que una empresa incapaz de tratar con respeto a sus trabajadores tampoco lo hará con sus clientes, simplemente porque no está en el ADN de sus valores.

Lo irónico, es que Soros ha sido capaz de aprovechar el libre mercado para amasar su fortuna y ahora redirige su atención a las nuevas tecnologías.

En fecha reciente compró más acciones de Amazon, Netflix, Ebay y Facebook. Una clara apuesta por el comercio electrónico, las redes sociales y los servicios de streaming.

¿Es correcta la percepción de Soros? ¿Tú que opinas?

¿Cómo integrar el marketing intelligence sobre Salesforce?

¡En nuestro paper te lo contamos todo!

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